octubre 30, 2009

Amigos!

Estaba con dos o temas revoloteando por mi loca cabecita (acéptenme el sarcasmo, por favor). Buscando material para reforzar mis escritos. Aprendiendo sobre sub-temas que tenía prendidos con alfileres. Dirigiéndole algún que otro pensamiento no-positivo a la señora madre del señor de Google.

Y suena el teléfono. Era un amigo. Hablamos de los serios temas que nos interesan, también, rápido, de esos chismes que uno no puede dejar de desparramar. Cortamos y me olvidé lo que estaba haciendo antes del llamado.

 

Noches más tarde, cuando logro recordar los temas, y estando en otra computadora, retomo mis “investigaciones”. De cero, porque todo lo guardado estaba en el historial de mi compu “oficial”.

Tarará. Suena el Messenger. Era un amigo, otro. Chateamos bastante seguido. Dejé el explorador abierto para, mientras la conversación, seguir buscando y guardando lo que me pudiera interesar. Pero mi amigo me hace una pregunta de esas que ansias que te hagan, quizá no por necesidad de proceder a poner al corriente al interlocutor de los últimos datos, sino porque… es imperioso que uno saque lo que tiene adentro, para que al exteriorizarla le puedas sacar dramatismo. Como me envicié con uno coso que se llama Dual View, tecnología (?) que te permite tener dos o más monitores conectados a la vez en la compu y ver en cada uno de ellos cosas diferentes, al encontrarme en un equipo que no posee eso, me taro y que quedo sólo con la ventana activa. Por ello, en algún momento de la conversación, cierro el explorador y el resto de los programas para dedicarme exclusivamente a la charla. Cuando nos despedimos y cierro la ventanita de la conversación, vuelvo a olvidarme lo que estaba haciendo antes del sonido del Messenger.

 

Ayer o antes de ayer, luego de un “momento” vivido en mi trabajo, decido volver a buscar sobre los temas. Otra vez el Messenger. En esta instancia era una amiga. Hacía un tiempo que no chateábamos y nos teníamos que poner al día con temas leves pero ineludibles. Estaba con el Dual View a full, pero los puntos que estábamos tratando estaban tan imperdibles, tan jugosos, que volví a cerrar cuanto programa estuviera abierto para dedicarme de lleno a informarme y a informar. Ella se despide y esta vez no olvidé lo que estaba haciendo yo previo al chat. Pero no tuve intención de retomar.

 

Sobre lo que estaba buscando, sé que en algún momento lo voy a plasmar en la “pantaya” de tu monitor. Son asuntos que me preocupan y que hasta me hacen saltar la térmica. Un lacaniano (me) analizaría los motivos de la postergación. Y ya me imagino a la psicóloga bigotuda que hacía Juana Molina dándome su interpretación de mi no hacer.

O quizás, alguien afín a las energías que nos circundan, podrá decir: “Nada, pasa que eso te angustia, tus amigos percibieron la vibra negativa que estabas teniendo y sintieron que ese era el momento de contactarse con vos para evitar que caigas en un pozo.”

 

Qué se yo!

A veces no lo saben, pero los amigos, sean de la categoría que fuere, los tengas en persona, o por teléfono, o por chat o por twitter nos brindan contención aunque no se las pidamos. Creo que ahí está la esencia. Aquello que nos permite elegir a quién le brindamos nuestro afecto, independientemente de la forma que podamos o queramos manifestar.

En los tres casos citados, no sucedió que les haya contado de mi momento tortuoso y por eso me trajeron temas diversos para oxigenarme. No, me dieron otros temas, cosas que integran mi ser y que compartimos, y me permitieron quedarme con ello también.
Así que nada, eso, gracias por estar: en las muy buenas, en las muy malas, y en las “no sé cómo”.

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