noviembre 18, 2009

Figurita repetida

De un tiempo a esta parte, cuento en mi grupo de contactos virtuales con una persona que suele ser un disparador de ideas y reflexiones de los más variados temas.

Hace pocos días nos inquietó una discreta nota en la que se infería que alguien le quiso tomar por tonto. Supongo que le pedía ayuda material para a su vez ayudar a cierta persona que estaba pasando una fulera. Cualquiera con buenos sentimientos casi inmediatamente saldría a brindar su colaboración. Pero seguramente algo del discurso no le “cerró” a mi amigo y tomó alguna que otra precaución por si lo relatado no fuera cierto. Parece que no lo fue, y que hasta se podría haber tratado de un fraude o una estafa, porque días posteriores este amigo lo definió como HDP. Y para que mi amigo publique algo así el tema debe haber sido importante!

 

 

Unas semanas atrás, y en un ataque vintage, cambio de opinión respecto del destino que le iba a dar yo a unos objetos personales. En principio iban a ser donados a una institución, pero luego, por nostalgia un poco, pero también por haberles encontrado una nueva utilidad decido mantenerlos en mi poder. Y si con la “modernización” no me convencían, irían definitivamente a la institución.

En el proceso de búsqueda de artesanos adecuados, un conocido me comenta, no necesariamente satisfecho con su acción, que antes de que envíe algo a un especialista, o que los llevase a la entidad solidaria, que ya le había avisado a una persona para que los venga a retirar del domicilio en donde tengo esas cosas. Esa persona le dijo que los necesitaba, que le venían bien, que no puede acceder (ni como nuevo, ni como usado) a tener aquello que yo iba a desechar. Porque es “pobre”.

 

 

Años atrás, una conocida que trabaja en una empresa pequeña, de esas en las que la buena administración de los recursos humanos y materiales dependía más del ingenio que de lo que dictan los libros especializados, contaba en su plantel con un subalterno (supongamos si ella era gerente, el otro, subgerente). Esta persona, hablando siempre loas sobre el desempeño profesional y laboral de mi conocida, frecuentemente los viernes a las cuatro y media o cinco de la tarde, irrumpía en su box con un “tenemos un problema”. El problema o no era dramático, o, lo peor, era algo que había surgido por la impericia del subalterno por tomar decisiones de un nivel de jerarquía que no le correspondía, o como variante, teniendo en cuenta el día y la hora, el subalterno con zalamerías y franelas varias, le dejaba la responsabilidad de la resolución a esta conocida mía. Porque él no era “inteligente” como mi conocida. Se imaginarán: si salía todo bien, las palmas se las llevaba el sub, si salía mas o menos o mal, la culpa era de mi conocida.

 

Una madre que para dominar a su hija le quiere convencer de que no sirve para nada. Una hermana que le dice a su hermano que dude de la idoneidad de su mujer porque le cuesta concebir un embarazo. Una mujer que le dice a su hijo que tal chica no le conviene como novia porque ésta le sacó la ficha a la vieja que es una jugadora compulsiva…

 

Vivimos rodeados de manipuladores. Nos damos cuenta tarde de que tenemos a alguno de ellos en el trabajo, los estudios, el edificio, la familia.

La denominación general que reciben los manipuladores o los psicópatas sociales o los psicópatas cotidianos, al menos en Buenos Aires, es la de HDP, sigla que no indica precisamente Huevos Duros Púrpura.

 

Una característica de los manipuladores es su astucia, porque no necesariamente tienen que tener un CI de 150. Otra es su cero tolerancia, su habitualidad en la descalificación, todo para obtener lo que persiguen. Te hacen creer que lo que te piden redundará en tu felicidad, solo para que te pongas a sus órdenes. Ejecutan un siniestro juego de seducción.

 

Se aconseja alejarse de ellos, tarea no del todo sencilla ya que nos dimos cuenta de su proceder cuando hemos caído en sus redes.

Algunas actitudes que se pueden practicar para evitar su nocividad son:

  1. Poner fin al vínculo entre nosotros y ellos.
  2. No hablar de los detalles de nuestra vida.
  3. Pedir que las preguntas que no nos resulten claras  sean más específicas.
  4. Evitar ser su intermediario.
  5. Hacer frente común con otras víctimas de ese manipulador (porque le encanta dividir para reinar).
  6. Ser prudente ante los halagos que se reciban.

 

Exitos!!!

 

Sitios consultados (y recomendados):

http://www.acosomoral.org/TodoManipuladores.htm

http://www.ppba.org.ar/articulos/varios/utilisima01.htm

http://www.marietan.com/material_psicopatia/mentira_seduccion.htm

octubre 30, 2009

Amigos!

Estaba con dos o temas revoloteando por mi loca cabecita (acéptenme el sarcasmo, por favor). Buscando material para reforzar mis escritos. Aprendiendo sobre sub-temas que tenía prendidos con alfileres. Dirigiéndole algún que otro pensamiento no-positivo a la señora madre del señor de Google.

Y suena el teléfono. Era un amigo. Hablamos de los serios temas que nos interesan, también, rápido, de esos chismes que uno no puede dejar de desparramar. Cortamos y me olvidé lo que estaba haciendo antes del llamado.

 

Noches más tarde, cuando logro recordar los temas, y estando en otra computadora, retomo mis “investigaciones”. De cero, porque todo lo guardado estaba en el historial de mi compu “oficial”.

Tarará. Suena el Messenger. Era un amigo, otro. Chateamos bastante seguido. Dejé el explorador abierto para, mientras la conversación, seguir buscando y guardando lo que me pudiera interesar. Pero mi amigo me hace una pregunta de esas que ansias que te hagan, quizá no por necesidad de proceder a poner al corriente al interlocutor de los últimos datos, sino porque… es imperioso que uno saque lo que tiene adentro, para que al exteriorizarla le puedas sacar dramatismo. Como me envicié con uno coso que se llama Dual View, tecnología (?) que te permite tener dos o más monitores conectados a la vez en la compu y ver en cada uno de ellos cosas diferentes, al encontrarme en un equipo que no posee eso, me taro y que quedo sólo con la ventana activa. Por ello, en algún momento de la conversación, cierro el explorador y el resto de los programas para dedicarme exclusivamente a la charla. Cuando nos despedimos y cierro la ventanita de la conversación, vuelvo a olvidarme lo que estaba haciendo antes del sonido del Messenger.

 

Ayer o antes de ayer, luego de un “momento” vivido en mi trabajo, decido volver a buscar sobre los temas. Otra vez el Messenger. En esta instancia era una amiga. Hacía un tiempo que no chateábamos y nos teníamos que poner al día con temas leves pero ineludibles. Estaba con el Dual View a full, pero los puntos que estábamos tratando estaban tan imperdibles, tan jugosos, que volví a cerrar cuanto programa estuviera abierto para dedicarme de lleno a informarme y a informar. Ella se despide y esta vez no olvidé lo que estaba haciendo yo previo al chat. Pero no tuve intención de retomar.

 

Sobre lo que estaba buscando, sé que en algún momento lo voy a plasmar en la “pantaya” de tu monitor. Son asuntos que me preocupan y que hasta me hacen saltar la térmica. Un lacaniano (me) analizaría los motivos de la postergación. Y ya me imagino a la psicóloga bigotuda que hacía Juana Molina dándome su interpretación de mi no hacer.

O quizás, alguien afín a las energías que nos circundan, podrá decir: “Nada, pasa que eso te angustia, tus amigos percibieron la vibra negativa que estabas teniendo y sintieron que ese era el momento de contactarse con vos para evitar que caigas en un pozo.”

 

Qué se yo!

A veces no lo saben, pero los amigos, sean de la categoría que fuere, los tengas en persona, o por teléfono, o por chat o por twitter nos brindan contención aunque no se las pidamos. Creo que ahí está la esencia. Aquello que nos permite elegir a quién le brindamos nuestro afecto, independientemente de la forma que podamos o queramos manifestar.

En los tres casos citados, no sucedió que les haya contado de mi momento tortuoso y por eso me trajeron temas diversos para oxigenarme. No, me dieron otros temas, cosas que integran mi ser y que compartimos, y me permitieron quedarme con ello también.
Así que nada, eso, gracias por estar: en las muy buenas, en las muy malas, y en las “no sé cómo”.

octubre 09, 2009

Haciendo de Robin Hood

Lo que sigue es una historia pequeña pero ello no impide que nos permita efectuar una reflexión.

Me llegó a través de un amigo querido, un profesor que no solo te enseña su materia, sino también de la vida.

Gracias Pancho Sorrentino! Vos sos el Robin Hood de las fotos que vale la pena divulgar. Y yo, sigo tu ejemplo, con los textos que merecen compartirse :)

 

SABIA RESPUESTA

Un estudiante que se encontraba asistiendo a un espectáculo deportivo se tomó la molestia de explicarle a un señor mayor sentado a su lado, por qué le es imposible a la anterior generación comprender a la suya : "Usted creció en un mundo diferente, realmente casi primitivo", dijo en voz lo suficientemente alta para que lo escucharan alrededor. "Los jóvenes de hoy crecimos con televisión, internet, teléfonos celulares, aviones jet, viajes al espacio, el hombre caminando en la luna. Nuestras sondas espaciales han visitado Marte. Tenemos naves con energía nuclear. Computadoras con procesos de velocidad de la luz.. y más..."

Luego de un breve silencio el señor mayor respondió: "Tenés razón, hijo mío. Nosotros no tuvimos esas cosas cuando éramos jóvenes... así que... estuvimos trabajando para obtenerlas. Ahora, joven arrogante: ¿qué estás haciendo VOS para la próxima generación con lo que hicimos nosotros?"

septiembre 16, 2009

Una puerta al Inframundo

Sexta parte – El Portal

 

En la mañana siguiente, vino mi abuela a llamarme para ver si iba a tomar mate con ella. Pero en su invitación había algo que no logré identificar inmediatamente. Pone la pava al fuego, “carga” con yerba el mate enlozado, mira por la ventana hacia el fondo, se da vuelta y al extenderme el mate, infiero que su desacostumbrado silencio es el preámbulo de algún comentario que requerirá de mi participación.

- Tu tío… casi lo muerde tu gato.

Existe en mi familia una costumbre: cuando se va a hablar de alguien o algo que no cae bien al emisor, éste se refiere a ese “alguien” anteponiendo un pronombre posesivo de segunda persona, en plena vinculación con el receptor, con lo que, según mi modesto análisis, intenta el emisor desprenderse psicológicamente de la responsabilidad y de tener algo que ver con el objeto de la conversación. Serán frecuentes las referencias a “tu madre” (si viene de parte de mi abuela, está refiriéndose sí a MI madre, pero también a SU hija), “tu tío” y también, por qué no?, “tu gato”.

- Cuál?

Me mira como si le estuviese tomando el pelo, pero la realidad indica que hay más de un gato en la casa, y que, si tengo que hacerme cargo, todos los gatos son MIOS, según el concepto de más arriba. Por otra parte, si esos felinos se caracterizan por algo es por su increíble adaptación a la vida doméstica, al punto que han decidido prescindir de su naturaleza salvaje en pos de comodidades como comidas servidas a horario, acceso irrestricto a sillones, y hasta encendido de estufas en caso de que el animal se dirija al artefacto indicando con su mirada que tiene frío y que más te vale que le prendas el calefactor sólo para su goce. Por ello, hemos hecho un pacto de no agresión a cambio de las comodidades mencionadas.

- El Azul, ése es el tuyo. Estuvo como loco toda la madrugada llorando en el fondo. Luego a eso de las seis de la mañana empezó a querer abrir una puerta de la alacena. Tu tío lo saca, el gato vuelve, tu tío ya lo corrió con el escobillón, pero el tipo no se quería ir de la cocina. Al final el otro viene a despertarme y le digo que me deje de molestar por el gato y que lo saque al fondo, que vaya a molestar a los vecinos. Y cuando tu tío lo va a agarrar, tu gato le tiró un tarascón. Igual después salió al fondo.

- Andá a saber qué le hizo aquél para que el gato quiera morderlo…

- No se, yo no pongo las manos en el fuego por nadie. Pero después de eso, el gato se las ingenió para entrar de vuelta y otra vez con la cantinela de la alacena. Le abrí la dichosa puerta y yo, con esta artrosis que no puedo más, tuve que empezar a sacar unas fuentes porque al Azul se le dio por quedarse ahí escarbando algo.  No se qué cosa encontró (porque algo le vi que tenía en la boca), pero cuando salió parecía más tranquilo. Miralo, sino, ahora como está abajo de la santa rita jugando con algo.

No había dejado el mate y con éste en la mano me voy para el fondo a ver a mi gato. En cuanto me ve, es él quien viene corriendo, casi al galope felino, a mi encuentro. Sí se veía que tenía algo en la boca, que yo no podía divisar por no estar con anteojos. Llega y a mis pies deja un algo dorado.

Me agacho, y cuando voy a tomar la “ofrenda” del Azu’, en seguida lo suelto, impresionada: era un anillo, de oro, con un calado del árbol de la vida. Era mío, lo traje de recuerdo de algún viaje. Un día me lo saqué para lavar los platos, dejándolo sobre la mesada, y al concluir la tarea, no lo vi más. Lo busqué infructuosamente por toda la casa y llegué a contratar a un gasista para que desconecte la cocina por si la pieza se había deslizado hacia atrás del artefacto.

Y ahora mi gato me lo daba, lo había sacado de una alacena que no existía al momento de la pérdida.

Un conjunto de emociones encontradas se apoderó de mi. El común denominador era Hermes. Cómo y por qué?

Sin poder razonar, llamo a mi trabajo para avisar que no podría ir ya que tenía pendiente un trámite personal. No me hicieron objeciones, y entonces fui a buscar a la guía de calles los datos para llegar a lo de Floridia sin tener que cruzarme toda la ciudad.

Al despedirme de mi abuela, le digo que es posible que llegase tarde, porque no sabía muy bien cómo terminar cierta diligencia.

 

Mientras iba en el colectivo el corazón me latía con fuerza, no podía mirar por la ventanilla, concentrarme para leer cierta revista del corazón y lo que tenía en el walkman me ponía más nerviosa.

Al llegar a la parada en ese barrio del Sur, bajo y un muchacho gordito me “abaraja”.

- Hola, me mandó el Hermes a buscarte. Vos sos la Verónica, no? Porque hace un rato que estoy acá y a todas las chicas que bajaron en esta parada les pregunté lo mismo y me sacaron carpiendo.

- Si, soy Verónica, y quién sos vos?

- En el barrio me conocen como el gordo Castañola. Castañola es mi apellido - me aclara –. Tuvieron que cerrar el bar porque los del agua cortaron en todo el barrio por un lío con los caños maestros que pasan por la avenida, pero me dijo el Hermes que igual vayamos para allá.

Mientras caminábamos hacia el bar, sale desde un negocio una señora al encuentro del Gordo.

- Gordo, sabés dónde lo puedo ubicar hoy al Pulpo?

- Hoy no, Negra, mañana en el bar.

- Porque me parece que gané unos numeritos que jugué con él y quería ver de cobrar…

- Espere tranquila doña. Pagar le va a pagar.

 

Continuamos hasta lo de Floridia, y no me atreví a preguntarle al Gordo Castañola el nombre del Viejo del bar. Tenía la sensación que por más que fuera amigable ese muchacho, y que parecía que tenía algún retraso mental, no me iba a otorgar la confianza suficiente para darme aquel nombre, y en verdad, no sé de qué me podía servir conocerlo.

 

Hermes miraba hacia un lado y otro de la calle, parado en la vereda, como esperando nuestro arribo. Me saludó como quien se encuentra con un amigo después de veinte años, y con un gesto me hizo pasar al negocio por la puerta del almacén. La del bar estaba cerrada, incluso su persiana y las de las ventanas estaban bajas y polvorientas. A algún ocasional transeúnte le hubiera parecido que el local desde hacía mucho tiempo estaba cerrado.

- Bueno, ya sabés, al baño de las damas! – dice mientras dejaba en la vereda al Gordo y cerraba con llave la puerta del almacén – El gato… cuando te fuiste, seguía nervioso?

- No, luego de darme el anillo, volvió a su carácter habitual.

- Joya!

 

Al pasar al bar, que estaba todo iluminado con los tubos fluorescentes, vi que había sobre el piso de damero un montón de polvo. No de aquel cotidiano, y que evidencia falta de voluntad para limpiarlo, sino del tipo añejo: asear a fondo porque se tiene la certeza que por mucho tiempo no se podrá volver a hacerlo, o no será uno quien lo haga la vez siguiente. Demasiada tierra acumulada en tan pocas horas. Sentí que lo del día anterior había sido una escena montada, o algún tipo de ensoñación.

Pasamos al toilet, Hermes pone la llave en la cerradura del segundo cubículo, y antes de darle la vuelta, me pregunta, inquisidor:

- El anillo, lo tenés con vos? No te lo ví! Ponételo ya, sino, no se puede hacer nada hoy!

 

Me coloqué el anillo, que tenía en la bandolera. Alguna vez me recomendaron que si viajaba en colectivo, me sacase las cadenitas o adornos de oro, no fuera cosa que alguien del pasaje me estuviera “fichando” y se bajase detrás de mi para robarme.

Cuando Hermes lo ve, suspira.

- Una vez que traspongas el Portal, vas a estar sola. No tenés que tener miedo, porque el anillo te servirá de protección. Tampoco te creas que sos la Lucy de “El león, la bruja y el armario”: allá no va a haber un león parlante que te ayude. Prestá atención a los objetos que veas. Te vas a encontrar con no más de tres figuras femeninas. Podrán estar juntas o separadas. Sé cortés con ellas, pero no les respondas más de lo que te pregunten. No las mires a los ojos: lo tomarán como un desafío. Es posible que luego de contestar, te permitan hacerles una pregunta o comentar algo. Si así sucede, deciles que ya pasó tiempo suficiente y que devuelvan lo que una mañana tomaron. Que se enojen, vos mostrales que tenes el anillo. Y volvé. Yo te voy a estar esperando.

Luego de esto, abrió la puerta del cubículo, activó el mecanismo y ante mí se abrió el Portal. Más allá todo estaba difuso por una niebla.

(continuará…)

julio 22, 2009

Una puerta al Inframundo

Tercera parte – Visiones, premoniciones, verdades?

Me dirigí a la mesa junto a la ventana, el hombre parecido a Homero Simpson tomó su pocillo, se levantó, mirándome con desprecio como si fuera el owner, digo, el dueño de aquel extraño bar, y se fue sentar a la misma mesa en donde estaba el hombre del celular y la libretita.

Vivi, cordial, me invitó a tomar asiento. Aunque me pareció que se sentía aliviada al verse librada de su compañía, no le dio importancia a la actitud de “Homero” hacia mi. Me observó con la misma concentración que un médico examina una radiografía. Creo que algo así quería hacer conmigo, como un diagnóstico previo a hablar con el paciente.

Por fin, me dijo: “Vos pensás mucho… y a veces por pensar tanto, no hacés”.

No sabía si le tenía que responder algo, así que aguardé … no fuera cuestión que estuviera tratando de enganchar alguna señal de algún ente y que mis inoportunas palabras le interrumpieran la conexión.

Menos mal, porque en seguida continuó: “Llama tu atención aquello que escapa a lo ordinario. Y en tanto el ‘pensar’ te lo permite, vas en busca de la explicación de los aconteceres poco frecuentes. No te gusta la rutina, y sin embargo, te aliás a ella.”

A qué negar que algo de lo me estaba diciendo podía ser cierto, pero también tenia yo en claro que estaba usando frases, sino trilladas, al menos generosamente abiertas a diferentes interpretaciones.

Iba a decirme algo mas, y en ese momento vuelven los gritos desde la mesa del rincón oscuro en donde estaban las tres mujeres, esta vez, discutiendo entre ellas. Todo el mundo se dio vuelta a mirarlas, excepto el Viejo de pelo blanco. Pero Vivi también. Con cierta elegancia, con voz diáfana pero con poderío exclama:

- Rosina! Bienvenida! Diamantina! Este lugar es lo suficientemente amplio y los parroquianos, tolerantes, para sólo tener que soportar vuestra presencia – la verdad, me llamó la atención el uso de la segunda persona plural en el lenguaje coloquial, pero quizá se debiera a que Vivi haya estado en diferentes partes de habla hispana– Recuerden siempre que fueron ustedes las que han pedido poder permanecer en este bar, cuando el mundo entero las desterró por los hechos cometidos, y nosotros (mirando a Homero, y al Viejo) en una larga y meditada sesión, por dos votos contra uno, convinimos en darles cobijo. Si son expulsadas de aquí… vuestro próximo destino no podrá ser otro que [la?] Luna. Y… hasta donde yo recuerdo (mentira, se debía acordar perfectamente, se le notaba en la cara!) no pueden volver allí…

Luego, a mi: “Disculpame linda… son excelentes en lo suyo, pero tienen problemas para convivir con los mortales”.

Cada vez entendía menos. O era gente muy excéntrica y se habían puesto de acuerdo en montar un número sólo para divertirse a mi costa, o en ese lugar pocas cosas eran lo que parecían ser.

Me sacó de mis reflexiones para continuar.

- Bien, eso es lo que veo de vos en esta primera cita (qué? iba a haber más?). Ahora, y simbólicamente por una moneda de un peso, con tu permiso, quiero ver y contarte lo que te depara el futuro.

Y se me quedó mirando. Tuve que revolver en mi morral para encontrar el monedero, y luego revolver el monedero en donde había papelitos con teléfonos de vaya a saber uno quién, anillos, una púa para tocar una guitarra, un muñequito de Jack, y si… también algunas monedas. Encontré lo que me pidió y se lo di, con cierto recelo, no por el valor en dinero pero sí por lo difícil que es hacerse de sencillo.

En seguida se la guardó en una cartera bordada, de donde sacó unas cartas o naipes con figuras femeninas.

- Voy a caer en un lugar común, pero acá, mirá esta carta (la miré) te sale como que sos una elegida. Ahora, como te salió esta a continuación… quedate tranquila, sos la elegida, the chosen one (parece que también debía haber estado en Inglaterra) pero no en un sentido mesiánico… se ve clarito que serás quien lleve adelante alguna búsqueda (ninguna visión del futuro: yo había ido a ese lugar buscando algo, pensé que me iba a decir algo más puntual).

Se apoyó en el respaldo de la silla, y como si me hubiera leído el pensamiento, continuó.

- Vamos a terminar esta tirada. Bueno, acá ahora te sale que mayormente vas a estar sola. No vas a descubrir la verdad del Universo, aunque con tu gesta además de romper un sortilegio, vas a darle a una gente… posiblemente una familia, no queda claro esto… una palabra que durante años no han podido recordar.

- Si estas de acuerdo… continuamos, aunque te advierto… vas a tener que enfrentarte con ellas – y señaló a las tres mujeres, y cuando me volvió a mirar, su mirada, antes poderosa, se volvió entre magnánima y de compasión, lo que me provocó un escalofrío- Ahora, andá con el señor, mientras estudio de qué manera te podré ayudar.

Así que volví a sentarme a la mesa frente al Viejo, que entonces parecía que estaba embromando al hombre de la libretita y el celular.

- No me digas! Salió el 78??? Y cuánto había puesto Manolo? Y Nilda la peluquera? La otra peluquera… la Assunta, ah, cierto que me contaste que ella sigue el 22.

- Con Manolo, la Nilda, y la Assunta, está todo bien, me pidieron otros números, cuenta el Sr. de la libreta mientras Homero le pide “al” Hermes que le alcance un vasito con moscato.- El asunto es con estos dos – y señala algo escrito en la ya famosa Norte.

- Caramba! – dice Homero, apurando su moscato – no podes zafar de ninguno de los dos… y encima jugaron doscientos pesos! Cuanto le tenés que pagar a cada uno?

El otro no contestaba. Entonces meditó Homero.

- Mira, con Miguel… va a ser embromado… pero después de todo lo podemos apurar batiendo en el barrio que el cura anda apostando en la lotería clandestina… el tipo no va a querer que se sepa … perdóname que sea crudo en mis decires, pero es la verdad, este es tu medio de vida, Pulpo! Lo tuyo son los burros y el juego, y con eso podes bancar a los bagayos con los que después andás!

- Si, ya se, ya lo pensé… bueno… se me ocurre esto: le pago al Fusible, que después de todo es un cliente fiel mío y dos por tres nos saca de un apuro cuando los de la luz vienen y nos cortan (puentea el medidor). Pero al padre Miguel… -se queda pensando- mirá, también le pago, pero en cuotas… porque … tiene ese defecto pero no es mala persona, y me recomienda en el barrio!

El Viejo gira y se me queda mirando, sonriente. Había dejado de tener temor a las tres mujeres, a Vivi, al Hermes… pero me empecé a preocupar que no fuera justo que cayera la poli con el veraz dato de que en el bar había juego clandestino y tuviera que ir en el mejor de los casos, como testigo del procedimiento, y en el peor… como cómplice.

(continuará…)